La mañana tiene kanto de turpial y Los sonidos son espirales que acompañan la dulzura de la orquidea

sábado, 28 de abril de 2012

LA MÚSICA COMO LENGUAJE


Cuando nos adentramos en el estudio de las sonoridades originarias hay que tomar en cuenta que los pueblos autóctonos de nuestro país, en este caso los Pemón y los Yekuana, al igual que muchos otros pueblos originarios, buscaban siempre una convivencia con el medio natural, un equilibrio con la madre tierra y el cosmos, de allí que existiera una armoniosa complementariedad con el mar, con el lago, el río, la llanura y la montaña, (Guerrero 1999), por eso se puede considerar a las sonoridades que emergían de esa convivencia, o a la “música” como la concebimos desde el concepto occidental, como un lenguaje que expresa una forma de vida muy vinculada al respeto de la tierra y sus procesos naturales, además de estar estrechamente entrelazada a sus cosmogonías ancestrales.

Desde la perspectiva originaria no se trata de medir exhaustivamente, o de clasificar científicamente cada sonido, sus probabilidades, alturas o escalas, se trata más bien de una relación entre el hombre, la mujer y la tierra, se trata de hablar con los sonidos sobre esa experiencia vivida, relatar ese paisaje, lo que transmite, un sentir.

Para las culturas originarias todo esta entrelazado, unido, y la música en este caso viene a reflejar esa totalidad, viene a significar la esencia de cada pueblo, sus particularidades, y es desde allí que se va a comunicar o evidenciar un lenguaje, es decir para ellos esa expresión sonora no está como una rama o subdivisión del conocimiento dentro de la sociedad comunitaria, sino que al contrario, es el resultado de una convivencia, de otro concepto de vida y de convivencia, la expresión sonora o musical no es una disciplina que se encarga a especialistas, sino que todo el pueblo participa como hecho colectivo, ya sea solamente para lo ritual o en las tareas diarias. Se puede decir que no es una práctica musical para la contemplación o para los eventos tal cual como lo conocemos en las sociedades industriales, sino que es un lenguaje que identifica a todo el pueblo, es por lo tanto un reflejo del ser como nación, que no tiene nada que ver con el comercio o la industria del entretenimiento masivo.

Cuando estamos escuchando las sonoridades originarias, estamos percibiendo en realidad cómo son ellos (los pueblos originarios) porque en la realización cultural y espiritual desde esta perspectiva, no existe el concepto abstracto de “arte” o la separación de lo que se hace de lo que se profesa, sino que como se ha dicho, la música en este sentido es la actitud, el pensamiento y la espiritualidad del pueblo originario comunicándose en sonidos, es decir, muy diferente a como suele pasar en la sociedad occidental, en donde el artista o músico puede llegar a realizar grandes obras, pero estas virtuosidades, habilidades o capacidades técnicas, están muchas veces en contraste con el desastre o las contradicciones que tiene la vida personal del compositor o del instrumentista.

Es en este sentido cuando empezamos a conocer el hacer musical de los pueblos originarios, no existe la contradicción del discurso sonoro o musical de lo que la gente vive, practica y concibe como sus principios sociales de convivencia, porque el lenguaje tanto hablado como en forma de sonidos, es el reflejo de sus practicas, se puede decir entonces que sucede todo lo contrario con el “arte” occidental, o más bien pudiéramos afirmar que éste es el reflejo de las contradicciones tanto en el discurso, como de la retórica y el hacer en lo concreto.

Entonces el lenguaje que se expresa en los cantos y sonoridades originarias es un lenguaje comunitario, colectivo, de encuentro de todos en la comunidad, los sonidos que se emiten no solo se comunican con todos los que participan activamente como un hecho cultural, sino también se comunican con los demás seres vivos, con el entorno, con las deidades y con la madre tierra.

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