Alejo R. Siso
13-2-2011
Este tiempo histórico nos obliga a replantear las practicas, así como los métodos, las concepciones y enfoques de lo que hacemos cotidianamente, durante el siglo XX se crearon una multitud de especializaciones para maximizar la subdivisión de la sociedad, de esta forma se garantizaba la mano de obra para la industria y los diferentes mercados de trabajo, nada más ajeno que sugiere limitar las potencialidades y las capacidades humanas, para convertir a las personas y a los individuos, en seres profundamente dependientes de la tecnología y de los inventos superfluos que se suceden en su feria de productos y ofertas de la compra-venta interminable.
A la música la postmodernidad la metió en un frasquito y la vendió al mayor, con ingredientes para todos los gustos, de allí que se consuman por igual lo popular, lo académico, y que se utilicen para exhibir y para que las nuevas generaciones, deacuerdo a los moldes dados, elijan en cual frasquito meterse, unos se llaman Rock, otros Jazz, Miles Davis, otros Beethoven, otros Yandel, sin que las personas puedan siquiera pensarse asi mismas, porque existe de por medio demasiados elementos distractores, que contribuyen a una inmenza confusión e ignorancia, entonces la gente piensa aparentemente que todo esta hecho, y por lo tanto no queda otra alternativa que copiar e imitar, siendo esto un conformismo mezclado con comodidad inducida, y la actitud ciega de consumir lo primero que te dan, sin ningún criterio, sin ninguna reflexión, sino más bien dejándose llevar por las vicisitudes, o mejor dicho por la oferta y por quienes les interesa que tu consumas, compres y te enfermes, cuando el fin de la ambición del dinero justifica sus medios.
Existe ahora un nuevo elemento, los recientes frasquitos musicales que inventan en laboratorios los empresarios de los sonidos y de las emociones, tales como el Reegae ton, la music tecno, y otros tantos, que configuran nuevamente unos ingredientes neocoloniales, lo mismo que sucedió con un Con flei, un Nestí o un Tan o Culei, están precedidas de una intensa campaña mediática y lavado de cerebro para que la gente lo asuma o lo asimile como “cuestión de gusto”, legitimando de esta forma, por inocencia e ignorancia toda una estrategia direccionada y planificada por publicistas, psicólogos y gerentes de venta, que sirven al concepto y a la imposición del libre mercado.
¿Como es eso de vender lo que es de un Pueblo?¿Como es eso de vender lo que pertenece a lo colectivo y se lo atribuyen intelectuales, artistas como si fueran exclusivamente de ellos?
Existe un Colonialismo intelectual que perdura en el concepto de las “bellas artes”, y otra variante en el ámbito “popular”, en donde quieren unos que les lleven cultura en frasquitos populares, y otros en frasquitos importados.
Desde el feudalismo, el Renacimiento Europeo, el barroco, el Clasicismo y el Romanticismo, impresionismo, atonalismo, la música contemporánea, y sus multiples músicos que compusieron bajo esos estilos y estéticas, lo hicieron esperando reconocimiento, aplausos, premios, concursos y aclamaciones de todas las elites habidas y por haber, lograron avances técnicos-compositivos que respondían a esos moldes en perjuicio incluso del alma de la música popular europea, y todo ese repertorio, posteriormente, lo han utilizado las burguesías y las elites culturales para imponer un neocolonialismo cultural tanto en sus ámbitos como en los ajenos, porque no solamente impide el libre pensamiento entre los pueblos europeos, sino que también bajo esa hegemonía, impuesta como consumo y repertorio “universal” de la música, hace que generaciones enteras pierdan buena parte de sus vidas repitiendo eternamente lo que otros hicieron en tiempos pasados, en otros contextos y realidades, que no son los actuales, ni pertenecen al tiempo histórico que estamos viviendo.
El otro aspecto fundamental es ya no seguir visualizándonos solamente como “artistas”, o “cultores”, sino ir más de allá de eso, ser COMUNICADORES SOCIALES, vernos como comunicadores sociales, comunicadores populares, en donde todas estas técnicas de la pintura, la música, el baile la escultura y el teatro, todas esas técnicas que se usan para crear lo que llaman unos “artesanías”, sean transformadas como medios, para COMUNICAR el necesario mensaje de este tiempo, para COMUNICAR la otra cultura, el otro concepto, para COMUNICAR otras formas de ser, de sentir, de percibir, para COMUNICAR lo que nos transforme en algo distinto a lo que piensan y lo que planifican las elites, es allí donde el hacer “artístico” o musical no es el fin por si mismo, sino el medio.
Entonces el “artista” pasaría a ser un educador, un comunicador social, un maestro formador de la conciencia, un maestro de la formación socio-política en los ámbitos cotidianos en donde estuviera.
Vernos, visualizarnos y experimentarnos como comunicadores sociales y como maestros, sería una de las alternativas posibles para lograr una ruptura con el colonialismo intelectual de las “bellas artes” y todos sus mecanismos de dependencia: museos, galerías, salas, conciertos, concursos, que son los elementos que obstaculizan una verdadera Revolución Cultural y que legitiman las estructuras constituidas, que no nos sirven como pueblo, para pensarnos y para construirnos de otra manera.
El músico como comunicador social, y la música como medio para ejercer la comunicación social, sería una posibilidad que le daría la responsabilidad de crear y de hacer música enfocando y desarrollando los aportes, las invenciones y las sonoridades desde los Principios Sociales, dando lugar asi a una creación más libre y emancipadora, tanto del “artista” como de la sociedad y de la comunidad en general.
(Ya estaríamos hablando de Comunicación Social-mención música, por solo colocar un ejemplo, una propuesta interesante, y acorde con lo que necesitamos, en vista de una feroz campaña mediática de la contrarrevolución, y una implacable transculturización que nos bombardea todos los días por la calle, por la radio y la televisión).